"La música es una forma de soñar juntos y de ir a otra dimensión"
(Cecilia Bartoli )
No cuento con formación formal en un conservatorio ni ostento un título como percusionista. Mi enfoque es más ecléctico, explorando una variedad de disciplinas musicales.
Sin embargo, tengo una convicción clara: no puedo concebir la expresión corporal sin la coordinación musical.
Mi primer encuentro con un instrumento de percusión ocurrió cuando un amigo me presentó un djembé, del cual no sabía nada. Pasé horas aporreando el instrumento en trance, mis manos doloridas danzaban y mis oídos se regocijaban. Sentí un pulso distinto al de la danza, una vibración que me ha seducido hasta el día de hoy.
Mi viaje en el mundo de la percusión continuó al tomar clases de cajón flamenco con el maestro Alfredo Flores en la Fundación Livika, un lugar que acoge a músicos profesionales de todo el mundo y ofrece una amplia variedad de instrumentos para experimentar. Aquí, se abrió un nuevo universo para mí, y de forma autodidacta, comencé a explorar ritmos africanos, cubanos, brasileños, entre otros.
Mi colaboración con Mayumana, una compañía multicultural y multidisciplinaria, renovó mi pasión por la percusión corporal y la creación musical a partir de materiales reciclados.
Cuando regresé a Madrid después de las giras, tuve la oportunidad de trabajar con el cantautor congoleño Bilobiknaud en la banda musical Nbongi ye to, donde toqué los dundunes. También formé parte de la agrupación brasileña Zumbalé, dirigida por el maestro Antonio Monedero, desempeñando funciones en repique, caja y surdos.